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Critica por Bernardo Palomo

FORZANDO LA COMPLICIDAD DE LA MIRADA. CRITICA POR BERNARDO PALOMO
Julio Rodriguez

Antigua Iglesia de San Miguel

ARCOS



Julio Rodriguez es uno de esos pintores que siempre están ahí. Todos lo conocen, todos lo respetan y todos saben de su valía artística. Además hay una cosa de Julio Rodriguez que me gusta y que habla muy a las claras de su importancia como artista: él tiene muy claro lo que hace, lo que quier y cómo llevarlo a cabo. Julio no se deja llevar por las modas ni por los convencimientos arbritarios de unos y de otros ni, mucho menos, por lo que pueda interesar en un momento dado. Su pintura está ahí, no hay vuelta de hoja ni existe trampa ni cartón. Lleva mucho tiempo siendo fiel a sí mismo y desarrollando un trabajo al que nadie puede poner objeción.



Tras su paso por la exposición colectiva FORMATO FIGURA, expone, en solitario, en Arcos, en ese espacio esplendido de la antigua iglesia de San Miguel, centro cultural al que ya han llegado muchos y buenos artistas de esta zona.



La pintura de Julio Rodriguez se basa en un dominio absoluto del dibujo, en un conocimiento extremo de los trebejos pictóricos y en unas formas que rozan lo fotográfico. Plasma la realidad con seguridad matemática hasta el punto en el que muchas veces, lo que hace, no son si no especie de trampantojos que posibilitan miradas complices. Argumenta una línea discursiva exacta, ilustrativa al máximo que no deja resquicio alguno para otra cosa que no sea la manifestación pura de lo concreto. Al pintor, lo mismo le interesa un simple juguete infantil que la potencia visual de un primer plano de un toro de lidio, el dibujo expectante, inquietante y apasionante de una antigua motocicleta, un magistral lance del gran Morante de la Puebla o un viejo almanaque con la inmediata imagen de Fray Leopoldo. Todo llevado a cabo con una asepsia pictórica total, con un dominio espectacular de la forma y marcando las rutas de una especie de hiperrealismo aplastante. Es la pintura de Julio Rodriguez, un ejercicio absoluto y contundente de virtuosismo, un juego representativo donde lo real y lo ficticio –la pintura, en definitiva, no es mas que eso han perdido sus confines para intentar forzar la mirada, para que esta busque ambiguas consideraciones y desencadene abiertas circunstancias.



Esta exposición de Julio Rodriguez no es mas que la constatación de ese dominio formal que el tan pulcramente sabe llevar a cabo. Ademas, sirve para reencontrarnos, de forma inmediata, con un pintor al que todos sabemos cercano, del que todos conocemos su importancia técnica y al que todos respetamos. Es, sin duda, la manifestación simple y llenamente de un Julio Rodriguez en estado puro.

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